Andreas liebte die Leere des Morgens, wenn er am Fenster stand, eine Tasse Kaffee in der einen, eine Zigarette in der anderen Hand, und auf den Hof hinausschaute, den kleinen, aufgeräumten Hinterhof, und an nichts anderes dachte als an das, was er sah. In der Mitte des Hofes ein mit Efeu bepflanztes, viereckiges Beet, darin ein Baum, aus dem in der Mitte und oben ein paar dünne Äste wuchsen, zurechtgestutzt nach dem wenigen Raum, der zur Verfügung stand. Die leuchtend grünen Container, Glas, Verpackungen, Restmüll, das regelmäßige Muster der Zementplatten, von denen einige etwas heller waren, vor Jahren ersetzt aus irgendeinem Grund. Die Geräusche der Stadt waren nur leise zu hören, ein homogenes Rauschen, dazwischen entfernte Vogelrufe und sehr deutlich das Geräusch eines sich öffnenden und wieder schließenden Fensters.
Dieser besinnungslose Zustand hielt nur wenige Minuten
lang an. Noch bevor Andreas die Zigarette zu Ende geraucht hatte, fiel ihm der
gestrige Abend ein. Was er denn unter Leere verstehe, hatte Nadja gefragt. Für
sie bedeutete Leere einen Mangel an Beachtung, an Liebe, die Abwesenheit von
Menschen, die sie verloren hatte oder die sich nicht genug um sie kümmerten.
Die Leere war ein Raum, der einmal ausgefüllt gewesen war, oder von dem sie
glaubte, er könte ausgefüllt sein, das Fehlen von etwas, das sie wohl selbst
nicht genau hätte bezeichnen können. Er habe keine Ahnung, hatte Andreas
gesagt, er interessiere sich nicht für abstrakte Begriffe.
Die Abende mit Nadja verliefen immer gleich. Sie kam
eine halbe Stunde zu spät und gab Andreas das Gefühl, er sei es, der sich
verspätet habe. Sie hatte sich schön gemacht, trug einen kurzen, eng
anliegenden Rock und schwarze Netzstrümpfe. Mit einer theatralischen Geste ließ
sie den Mantel auf den Parkettboden fallen. Sie setzte sich aufs Sofa und
schlug die Beine übereinander. Für sie schien das der Höhepunkt des Abends zu
sein, ihr Auftritt. Sie steckte sich eine Zigarette in den Mund. Andreas gab
ihr Feuer und machte ihr ein Kompliment. Er holte aus der Küche zwei Gläser
Wein. Nadja musste schon etwas getrunken haben, sie war in aufgekratzter
Stimmung.
Meistens aßen sie in einem Lokal in der Nähe. Das
Essen war gut genug, und der schwule Kellner schäkerte mit Nadja und setzte
sich manchmal, wenn nicht viele Gäste da waren, zu ihnen an den Tisch. Nadja
trank und redete zu viel und machte sich zusammen mit dem Kellner darüber
lustig, dass Andreas Vegetarier war und dass er immer dasselbe bestellte. Er
sagte, er sei kein Vegetarier, er esse einfach selten Fleisch. Spätestens beim
Dessert fing Nadja an, über Politik zu reden. Sie war PR-Beraterin und
arbeitete gelegentlich für Unterorganisationen der Sozialistischen Partei,
deren Ansichten sie auf eine Weise vertrat, die Andreas ärgerte. Er sagte dann
nicht mehr viel, und sie fragte mit einem agressiven Unterton, ob sie ihn
langweile.
„Ich langweile dich“, sagte sie.
Nein, sagte er, aber er sei Ausländer, er verstehe die
französische Politik nicht, interessiere sich nicht dafür. Er halte sich an die
Gesetzte, er trenne seinen Müll, er erfülle den Lehrplan. Ansonsten wünsche er
in Ruhe gelassen zu werden.
Aus: An
einem Tag wie diesem, S. 7-9
© Fischer, Frankfurt am Main, 2006
© Fischer, Frankfurt am Main, 2006
A
Andreas le encanta el vacío de la mañana quando estaba junto a la ventana
teniendo en un mano una taza de cafe y un cigarillo en la otra y mirando afuera, al patio, ese patio trasero pequeño y ordenado, pensando en nada más que en lo
que estaba viendo. En medio del patio había un arriate cuadrangular plantado de
yedra y dentro había un árbol de lo cual crecieron algunas ramas finas en el
medio y arriba, que fueron arregladas según el poco espacio que estaba a
disposición. Los contenedores de color verde brillante vidrio, embalaje, basura
no reciclable, la muestra regular de las losas de cemento, de las cuales unos
eran un poco más claros, que fueron reemplazados hace años por alguna razón. Solo silenciosamente se oía los ruidos de la ciudad, un murmullo homogéneo
interrumpido por unos gritos lejanos de pájaros, y muy claro. El ruido de una
ventana que se abre y se recierra.
Este
estado de inconsciencia duró solamente pocos minutos. Aún antes de que Andreas
había terminado su cigarillo se recordó de la noche de ayer. Nadja le había
preguntado qué él entendía por vacío. Por ella el vacío significaba una falta
de atención, de amor, la ausencia de personas que había perdido o que no se
ocupan bastante de ella. El vacío era un espacio que una vez estaba lleno o de
lo cual ella pensaba que podría estar lleno, la falta de algo que ella misma no
habría podido nombrar precisamente. Andreas había dicho que no tenía ninguna
idea y que no se interesaba por nociones abstractos.
Las
noches con Nadja se pasaron siempre de la misma manera: Ella venía con media
hora de retraso y le daba la impresión a Andrea que él sería la persona que
había venido atrasado. Ella se habia puesto guapa: Llevaba una falda corta y
ajustada y medias de malla negras. Dejó caer su abrigo al suelo de parquet con
un gesto teatral. Se sentó en el sofá y cruzó las piernas. Parecía que según
ella, su actuacíon era el punto culminante de toda la noche. Se metió un cigarillo
en la boca, Andreas le dio fuego y le dijo un piropo. Andreas fue a buscar dos copas
de vino de la cocina. Nadja ya debe de haber bebido algo, estaba de buen humor.
Por lo general comíamos en un pub cercano. La comida
era bastante buena y el camerero gay ligaba con ella y a veces, cuando no había
muchos clientes, se sentó con ellos a su mesa. Nadja bebía y hablaba demasiado y
junto con el camarero se burlaba de Andreas porque era vegetariano y siempre
pedía lo mismo. Él dijo que no era vegetariano, sino que simplemente comía
carne raras veces. A más tardar, durante el postre ella empezó a hablar de
política. Era consejera RR.PP. y de vez en cuando trabajó por una
suborganicación del partido socialista, cuya opinión defendaba de una manera
que fastidió a Andreas. Entonces él ya no hablaba mucho y ella le preguntó con un
matiz agresivo si le aburría.
„Te aburro“ dijo ella.
„No“ dijo él y añadió que era extranjero y que no
entendía la política francesa, y que incluso no le interesaba. Se conformaba a
las leyes, seperaba su basura y cumplía el currículo. Por lo demás,
deseaba estar dejado en paz.
tiempo empleado: 3h
¿Lo has traducido todo tú? ¡Cuánto trabajo!
AntwortenLöschenMe gusta la parte donde Nadja le pregunta a Andreas qué entiende él por el vacío. No le interesan cosas abstractas... Yo sí me intereso por ellas. Para mí el vacío es no tener a mis amigos o a mi familia conmigo, estar sola y aburrida.
Dieser Kommentar wurde vom Autor entfernt.
Löschen¡Muchas gracias, Isabel! Si, esa parte es muy bonita y además muy filosófica. Para mí el vacío también significa soledad, pero quizás aquí es un poco más que la soledad, tal vez es un sentimiento de vacía interna, que la protagonista se siente incapaz de arreglar su vida trás un acontecimiento decisivo que ha cambiado su vida por completo. En otra novela de Peter Stamm por ejemplo, la protagonista Agnes ha perdido a un niño, lo mencionaste en tu traducción honesta de Agnes. No lo sé, pero me imagino que un tal acontecimiento sería el vacío lo más insoportable.
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