Mittwoch, 9. August 2017

La tauromaquia - ¿arte o crueldad?


Durante mi estancia en Córdoba fui con unos amigos españoles, franceses e italianos a la plaza de toros para ver una corrida. No estaba segura si realmente quería asistir a un tal espectáculo. Al final me decidió ir allí porque por un lado me gustaría entender el entusiasmo que tienen los españoles por la tauromaquia, y por otro lado, pensaba que no podría discutir verdaderamente la cuestión sin haber visto una verdadera corrida.

Esta entrada aborda un sujeto muy debatido en España. Aunque la lidia es un asunto muy precioso para muchos españoles, divide la nación española en taurinos y antitaurinos. 
A continuación voy a mostrar los argumentos de ambos lados con el fin de llegar a comprender un debate que resulta un misterio para el resto de los europeos, ya que a la exepción de Portugal y del sur de Francia, no existe una tradición semejante en Europa.
En primer lugar voy a presentar algunos aspectos positivos que nos ayudarían a entender mejor el fervor de muchos castellanos acerca del toreo. 

La tauromaquia es una de las tradiciónes más antiguas del mundo. Sus antecedentes se remontan a la Edad de Bronce. En aquel entonces, probablemente existían ceremonias de sacrificio de toros en los templos celtíbericos. Con la llegada de los romanos en la península ibérica, se convirtieron en un espectacúlo de masas comparable a los combates de gladiatores en Roma. La costumbre persistió incluso la época del califato y luego, durante la Edad Media se estableció como un tipo de entretenimiento habitual.


cartel de una corrida en 1947
 


Hoy en día la corrida de toros sigue siendo un costumbre popular profundamente arraigado en la sociedad castellana. Pese a su tradición milenaria, mucha gente la considera como una expresíon de la cultura peninsular que merece ser preservada. La Real Academia incorporó numerosos refranes, metáforas y términos procedientes del ámbito taurino en su diccionario, tanto como la interjección "¡olé!", o la expresión “echar un capote”, (‘ayudar, colaborar’)  ya que se emplean diariamente en la lengua castellana. 

En la Comunidad Autónoma de Andalucía, la región que cuenta con el nombre de especadores más altas en toda España, hay personas que están dispuestas a pagar una fortuna para tener un buen asiento en la plaza de toros. La pasíon taurina es tan extendido en Andalucía que muchas plazas son alquiladas por familias enteras, ocupados regularmente a lo largo de la vida. Al fallecer de un inquilino, su plaza es legada a un heredor. 

La feria es la temporada alta de la tauromaquia, prácticamente cada pueblo, sobre todo en el sur de la península, dispone de una plaza de toros en el que se celebra regularmente un encierro como punto culminante de los festivos. Para muchos aficionados no es un simple ocio, sino un espectáculo artístico, una forma de arte cuyo reglamento está regida por la estética. En cierto modo, el matador es percibido como un artista: dirige hábilmente los pasos del toro bravo con su muleta siguiendo una correografia al ritmo del paso doble. De ese modo, la lidia es considerada como una mezcla de baile y arte. Solamente un torero hábil y éxitoso gana la admiración del público y recibe su premio en forma de la oreja, o de la cola del animal vencido.

un picador en su caballo

el torero

un bandillero
 
pases de un matador



Destaca también la gran importancia de la lidia para la industria turística española. Cada mes miles de turistas visitan las plazas junto con sus museos taurinos donde están expuestos carteles e imágenes de corridas legendarias, trajes de matadores celebres bordados con hilos de oro o plata, o incluso partes del cuerpo de un toro vencido. Muchos toreros, tales como el Cordobés, el Juli o Manolete son heroes nacionales, celebres en todo el mundo. Por lo tanto, una proporción bastante alta de los turistas quiere asistir, por lo menos una vez en su vida, a una corrida para sentir la amósfera única de esta fiesta que se convirtió en un símbolo nacional. Es una de los principales asombros de turistas en la península ibérica. Los partidarios constan que una abolición de los toreos sea fatal para la economía vacilante del país, debido a la gran cantidad de ingresos que genera. Miles de empleos estén en peligro, puesto que mucha gente trabaja en el sector taurino: criaderos, veterinarios, empresarios y los propios matadores.

Mientras que los aficionados de la taromaquia no dejan de llenar las arenas, ansiosos por ver un espectáculo dramático, se juntan cada vez más antitaurinos para manifestar por los derechos de animal, gritando y acusanso a coro las protagonistas de la corrida: los toreros, los miembros de las confederaciones tauromaquinas y los criadores. Desde su punto de vista, el toreo no forma parte de la identidad española, sino es un entrentimiento absolutamente anacrónico. Constan que hoy en día el hombre tenga una infinidad de opciones para entretenerse que no incluya el maltrato de animales: El cine, las piscinas municipales, la televisión, conciertos, parques de atracciones, o el internet, para citar solamente algunos ejemplos.

Además los antitaurinos consideradan el encierro como una lucha desequilibrada, puesto que el torero no solo dispone de herramientas para defenderse e irritar a la creatura, sino que se debilita el animal de antemano: le afeitan los cuernos, y en vez de obtener alimentación, los toros reciben medicamentos con efecto laxante. Durante el espectáculo, la cuadrilla formado de bandilleros, picadores a caballo y un matador principal, debilitan y castigan a la creatura durante una larga cuarta de hora. Perforan su cuello mediante lanzas decoradas con cintas variopintas y lo dirigen con una muleta por toda la plaza, obligándolo a correr y defenderse hasta el límite de sus fuerzas. Cada vez que un torero recibe una cornada, el público está asustada y altamente preocupada por la vida del pobre hombre inofensivo, atacado por la gran bestia asesina. En estos momentos, la gente mira con horror hacia la plaza, pero, al mismo tiempo se demuestra insensibe ante la criatura sangrando y sufriendo. Frente a este reglamiento, no es sorprendente, que las corridas sean consideradas un maltrato de animal.  

 



Los seguidores subrayan la gran importancia de la lidia para la industria turística española. No obstante, la mayoría de los extranjeros que se habían decidido asistir a una corrida porque estában curiosos, vuelven a casa horrorizados y tristes ya que han apoyado a un costumbre atroz que maltrata los toros con el puro fin de entretenerse.

Otro lado oscuro de las corridas son sus numerosos accidentes. A lo largo de los últimos ochenta años murieron al menos veinte matadores en la arena. Mayoritariamente, la sociedad demuestra más compasión para las familias del torero que por la muerte de los toros valientes que fallecen cada domingo durante la temporada de la lidia entre marzo y octubre. En algunas regiones ya no hay corridas de toro. La Generalitat de Cataluña las prohibió en 2012, y el parlamento de las Canarias decidió su abolición en 1991. Actualmente la oposición taurina está cresciendo. Ante los accidentes recientes y los protestas que ocasionaron, muchos municipios preparan consultas para que sus habitantes puedan votar si están a favor o en contra del mantenimiento del toreo.
La euphoria por la lidia ha bajado, cada año las entradas disminuyen un poco más, mientras que la protesta gana cada vez más importancia. Desde las elecciones municipales en 2015 muchos alcaldes de la izquierda no ocupan sus asientos reservados, porque las corridas no les gustan en absoluto. Pero como la tauromaquia es un gran negocio y consta de una lobby enorme, recibe subvenciones del estado que aseguran su subsistencia. Estas sumas considerables permiten, tanto a los criadores, como a los matadores, beneficios de lujo. 

Hay que añadir que los gastos para una sola corrida son exorbitantes. Según las informaciones de la Asociación de Liberación Animal Roquetas del Mar una comunidad con aproximadamente 91.000 habitantes en la región de Almería ha pagado 444.675€ para una corrida durante la feria de Santa Ana en 2014. En este caso, el caché de los toreros, que a veces supera una soma de 50.000 está incluido. En España hay miles de plazas de toros para entretener, más de mil ganaderías y treinta escuelas de tauromaquia financiados por dinero fiscal. Por lo tanto, sumas gigantescas están transferidas a una industria a la que no le importan cuestiones de protección animal.
Para concluir, quería contar unas observaciones de mi visita en una corrida de Córdoba. 

Siguiendo la tradición, también en Córdoba hubo seis rondas con tres toreros diferentes. Lo que me extranó al primer momento era la atmósfera en la plaza, era muy calma y tenso, como si hubiera ido en una sala de cine para ver una película muy extensa. Durante los primeros minutos un toro resultó herido de un golpe malfortunado en la arena y a penas podía marchar. El torero miraba al presidente para saber cómo continuar, pero aparentemente el jefe de la plaza no tenía compasión por el toro, no quería cortar el espectáculo. Aunque había gente que se quejaba constantemente volteando sus pañuelos, él torero tenía que continuar precisamente según el protocolo. Mis amigos españoles me dijeron que muchos presidentes actuan de la misma manera, solo les interesa el reglamento, y el torero tiene que obedecer si quiere volver a torear en una de las plazas más importantes del país. Para mi fue un choque ver a esas creaturas luchando miserablemente por su vida que estaba en peligro desde los primeros instantes. Lo más asceroso fue la oreja sangriente que un matador lanzó al público. Por gracia, estaba en una fila bastante arriba de la plaza y no podía verla, ni los toros de cerca. A fin de cuentas, creo que obtuvo una verdadera impresión de esta costumbre y puedo constatar que por un lado entiendo un poco la estética de la corrida, la música clásica, la ropa tradicional y la atmósfera, pero al otro lado, tengo que admitir que a mí no me gustan estos espectáculos sangrientes. No volveré a ver otra corrida, una me bastará.



Os recomiendo el vídeo de un debate que refleja muy bien las dos caras de España, la taurina y la antitaurina.

http://www.rtve.es/alacarta/videos/59-segundos/debate-torero-59-segundos/723347/


Tiempo empleado: 6h

3 Kommentare:

  1. ¡Hola Verena!

    Durante mi estancia en Valladolid también vi una corrida de toros. Al principio, no estaba segura si ir o no ir porque no quería pagar dinero por la matanza de animales. Finalmente, decidí ir por una parte porque las corridas forman una parte esencial de la cultura española y por otra parte quería entender el entusiasmo que sienten los españoles por la tauromaquia.

    Teníamos la suerte de estar sentadas al lado de un hombre que nos explicó exactamente lo que pasaba y así pudimos aprender los términos relacionados con la corrida como picador, banderillas, etc… Después del espectáculo estaba contenta de haberlo visto, pero nunca iré otra vez a una corrida. Solo el hecho de que durante una corrida mueren un mínimo de 6 toros y si ahora pensamos en cuantos pueblecitos tienen una feria con corridas o encierros, ya nos podemos imaginar cuantos toros mueren solo durante las fiestas.

    Los argumentos que has mencionado a favor de la tauromaquia me recordaron a nuestro debate si la monarquía española debería ser abolida ;) no se puede justificar todo con el hecho de que sea la tradición.

    Aunque los defensores de la tauromaquia la consideran arte, no se debe olvidar que los toreros matan a animales con su arte.

    Entiendo que la lidia es un ingreso importante para España y que tiene una importancia enorme para la industria turística lo que se puede ver durante las fiestas de San Fermín. Muchos extranjeros viajan a España para ver y participar en los encierros. A parte del maltrato de animal, también muchas personas se hieren o incluso mueren por estar cogido por un torro como ya lo has expuesto.

    Tu punto sobre los gastos de una corrida de toros me parece muy importante relacionado con un Estado que está endeudado y cuyos habitantes viven en paro. Pagan impuestos para financiar un maltrato de animal.

    Para resumir, creo que no podemos entender la pasión de los españoles porque no hay nada comparable en nuestra cultura o muchas otras como ha has dicho anteriormente.

    35min

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  3. Hola Michelle:

    A mí también me parece una barbaridad que la industria taurina es subvencionada mientras que millones de españoles están sin trabajo.

    Tampoco entiendo por qué se prosigue la tradición de la lidia en España, puesto que otros territorios con una larga tradición taurina, como Portugal, o partes de Francia ya la prohibieron.
    Es verdad que los argumentos a favor de la taurina y los que apoyan el mantenimiento de la monarquía son bastante parecidos. No obstante, leí que el mismo rey Felipe, al contrario de su padre Don Juan Carlos, que es un gran aficionado taurino, no asiste a corridas porque las estima como un maltrato de animal innecesario. Ojalá que algunos monarquistas siguan el ejemplo de su nuevo rey y se distancien de este costumbre brutal.

    Personalmente creo que no todo lo que tiene una larga historia merece ser conservado. Si miramos la cantidad de entradas que están disminuyendo continuamente, no queda ninguna duda de que la lidia ha sobrepasado su apogeo. Opino que esta tradición sobrevivió la crisis solamente gracias a las inmensas sumas de subvenciones, ya veremos cuánto tiempo la sociedad castellana estará dispuesta a permitirse este lujo que para la mayoría de la gente no representa nada más que una forma cruenta de perder el tiempo.

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